domingo, octubre 29, 2006

La fiesta


No había sido buena idea ir allí. El reaggeton, ideal para el apareamiento animal, no era precisamente lo que me apetecía. El veneno en forma de humo no era precisamente beneficioso para mis ojos, como tampoco lo era verte rodeado de hermosas vampiresas ansiosas por encerrar tu sangre en sus venas. Pero tampoco me parecía extraño, ya que a un ángel terrenal como tú no le faltan candidatas para que les muestres el cielo. No había sido buena idea ir allí, pero el simple hecho de verte y cruzar contigo un sencillo “hola, ¿qué tal?” lo compensa todo. De hecho, no me importó que no me dedicaras una sola mirada en toda la noche. El vestuario y el maquillaje escogidos con tanto cuidado no me iban a ayudar a distraer tu mirada de las sirenas que te rodeaban. Y aunque la esperaba, tu indiferencia me dolía demasiado, más que el bombardeo de pseudomúsica en aquel pequeño local, el maldito aire viciado y mi torpe soledad entre tanta gente. Por eso salí al balcón, para darle a mis ojos total libertad de desbordarse.

Tuvo que ser mi ausencia la que me sacara del anonimato para ti. Al sentir tu mano en mi hombro, un escalofrío me fulminó de la cabeza a los pies.
—¿Qué te pasa?
—Ah, nada. Me estaba ahogando allí dentro. Tanta gente, el humo…
—No hablo de eso. Estás llorando.
—Se me habrá metido algo en el ojo.
—Que no soy tonto…
—Ya.
—Está bien que no me quieras contar qué te pasa. Pero no intentes negarme que estás llorando, porque no soy tonto.
—Vale, pues estoy llorando.
—¿Ves? No pasa nada por reconocerlo.
—Tú no lo entenderías. Tú nunca lloras.
—¿Quién ha dicho eso?
—¿Es que lloras?
—¿Te crees eso de que “los tíos no lloramos”?
—No me lo creo, pero no te imagino a ti llorando.
Por primera vez en toda la conversación, me di la vuelta para mirarte a los ojos, con los míos chorreando petróleo.
—¿Por qué lloras tú, cuando lloras? —pregunté.
—Tengo muchos motivos. Cuando pierdo a alguien, cuando me siento solo…
—¿Tú solo? No me lo creo. Sólo tenías que verte en la fiesta. Compañía no te faltaba.
—¿Y crees que me lo estaba pasando bien? La música es un asco, como el ambiente. Y tú aquí fuera llorando.
—Parece que te moleste que llore.
—Claro que me molesta, mujer… No me gusta verte así… ¿Por qué te crees que he salido?
Tus palabras y tu mirada en esos dos charcos de hielo líquido eléctrico me anudaron la garganta y me paralizaron la lengua.
—¿Por qué lloras?
—¿Has llorado alguna vez porque quieres algo que no puedes tener?
—Claro.
—Pero un chico como tú puede conseguir lo que quiera…
—¿Por qué?
—Porque…
La parálisis aumentó cuando noté la punta de tus pies chocarse con la mía.
—¿Qué es lo que quieres?
Tardé segundos en contestar.
—¿Qué quieres tú?
Tardaste segundos en contestar. O eso me pareció a mí. Tampoco me importó, y menos cuando intentaba creerme que tus brazos rodeándome la cintura eran reales. O tus labios en mi oído pronunciando aquel anhelado e improbable:
—¿Estás tonta? Te quiero a ti…
Te parecería torpe en el momento que tu boca encontró a la mía con un delicado enlace de fuego, pero qué querías. Cuando pude vencer el hechizo de piedra, me convertí en agua entre tus brazos, ansiosa por mojar cada rincón de tu piel y por detener las agujas de un reloj implacable.

Cuando nos separamos, nos volvimos a mirar con nuestras risas de caramelo. Me secaste la suciedad de rímel lagrimoso de mis mejillas, con una delicadeza que no había en visto, pero que ya conocía en ti.
—¿Estás bien?
—Sí.
—Ven conmigo.
El deseo se delataba en tu voz abrasada y en mis pupilas, que te devoraban. Podíamos haber acabado en el vestuario o en el baño y haber consumado nuestra urgencia amorosa y animal, pero yo no quería terminar aquello así. Ni tú tampoco. Éramos dos sombras hechas una en aquella mágica noche. Siempre había soñado con ello, con el perfume de tu piel envolviéndome, con tu voz acariciando a la mía y con tus labios abriéndome el cielo teñido de rojo en cada beso.

De hecho, seguiría soñando con ello hasta que el despertador me chillara al oído con voz de robot oxidado y aburrido. Después de maldecirlo con un golpe, me quedaría tumbada en la cama, pensando en si sería una buena idea ir a tu fiesta esa noche…

Mun, the Dreaming Doll

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10 recogieron sus pétalos:

JOAN GONZÁLEZ_MIRATGES dijo...

Siiiii... la bellezaºexiste, la naturaleza también, "surt a la montaña i observa al teu voltant.

petonets. joan

Anónimo dijo...

Uoh me lo estaba creyendo... ¿por qué tiene que sonar el despertador? Tú escribes la historia, no la dejes terminar así. Y si no te queda más remedio que despertar, siempre puedes enviarlo a por pipas para que la separación sea un "ahora vuelvo" y no el final de un sueño.

Unknown dijo...

ooooooooooooooooh q no sueneeee

Anónimo dijo...

Odio despertarme de ciertos sueños...
¿existen en la realidad?
besitos!!!

Anónimo dijo...

Mi preciosa niña... ¿recuerdas quién soy, no? Si supieras las ganas que tengo de verte mi querida Duende.

Enhorabuena por tu rincón... lo leo siempre ^_^ sigue así y haznos soñar como hasta ahora.

Un besazo desde Madrid

Te quiere:

Arwen

Tempus fugit dijo...

¡Por descontado! Lo soñado emite una furza capaz de convertir en realidad lo que sólo fue materia onírica.

suerte...y besos¡

tormenta dijo...

lo leo de nuevo, y me vuelve a encantar! besos bonita..

Anónimo dijo...

Me gusto mucho la historia... muy bien escrita... espero que no sea veridica...
Besos argentinos...

Analton = :-[

PD: Nos vemos en el travian...

Anónimo dijo...

Vaya... casi suelto una lagrimita al leer la intensa conversacion entre los dos.

Es una manera preciosa de declarar tu amor hacia alguien. Ojala el dia ke yo lo haga quede tan romantico y memorable como éste. Porque ya lo he ensayado muchas veces en sueños...

Un Saludo.

_ dijo...

Simplemente, por esta noche carente de sueño... Gracias... Gracias por permitirme tropezar en esta maravilla...