lunes, julio 28, 2008

La operación


Cuando se pasaron los efectos de la anestesia, se notó la espalda más ligera. Por primera vez en la vida estaba tumbada boca arriba, con todo el cuerpo reposando sobre el colchón. Otras personas se habrían regocijado ante tal placer, pero no Ayrim. Ella maldijo entre dientes y lágrimas al percatarse del porqué.

Al intentar incorporarse, notó que el peso que durante años había cargado en las espaldas había pasado a la parte inferior del cuerpo. Intentó moverse, pero notó un fardo húmedo y denso que le costaba levantar. No se atrevía a apartar la sábana.

–¡No, Ayrim, no hagas esfuerzos aún! –le ordenó el doctor entre aspavientos.

Ella le miró en silencio, mientras sus ojos gritaban el temor que latía cada vez más fuerte en su interior. Él, en cambio, sonreía rebosante de orgullo.
–¿No vas a vértela? –la urgió.
Ayrim retiró poco a poco la sábana, obligándose a mantener los ojos abiertos. Aunque las lágrimas los sellaron de nuevo.

Una gigantesca y pesada cola de pez.

–¿No te gusta, Ayrim? Ahora ya no te confundirán con las arpías.
Pero ya no volaré.
–Y desde luego estás mucho más guapa así.
¿No deberías haberme puesto branquias? ¿Estás seguro de que respiraré bajo el agua?

Negó con la cabeza enérgicamente, en un vano intento de eliminar aquella realidad, de despertar de una pesadilla demasiado vívida. Y sus ojos desesperados tropezaron con la ventana.

Estaba abierta, e invitaba a Ayrim a ver de nuevo su antiguo mundo para despedirse de él. Ella salió de la cama para responder a la llamada. Pero tropezó sobre su nueva extremidad, como si ésta la quisiera retener en el colchón. Maldijo y se arrastró hacia el alfeizar, en el que se aferró con ambas manos.

A pesar de que el cielo lucía su más alegre y puro azul, Ayrim notaba cómo éste le dedicaba una mueca triste en forma de nube curvada hacia el suelo. Y una fuerza que procedía precisamente de ahí, del suelo, la obligaba a mirar hacia abajo.

El mar, con su refulgente azul eléctrico, le daba la bienvenida en forma de olas desbordantes de entusiasmo. Y Ayrim se arrojó a sus brazos espumosos.

Cuando sintió el abrazo húmedo de su nuevo hogar, quiso calentarse el cuerpo con su canción favorita. Se consoló pensando que su voz, que había seducido cientos de marineros, tal vez podría seducir a aquellas gélidas aguas. Sin embargo, sólo consiguió emitir grandes burbujas. Parecidas a la que ahogaba su corazón.


Mun, the Siren Doll

Dedicado a Ayrim, por habérmelo inspirado.

Dibujo: Siren, de Jenn Betchel

lunes, julio 14, 2008

Tarta "románica"






















¡Mmmmmm!

24


















No, no es que Jack Bauer sea el invitado especial en el post de hoy.

Es que hoy cumplo 24 años.

Y aún me siguen echando 19, jojojojojojojo.

Si tengo pastel, os invitaré a un trozo cada uno.