miércoles, diciembre 31, 2008

Feliz Año Nuevo


La Nochevieja ya está cerca y yo ya la estoy preparando, con el balance del 2008 y la lista de propósitos para el 2009.

También me estoy poniendo bonita para esta noche. Me hace ilusión, como un cumpleaños.

Y os propongo un brindis con un propósito para el 2009:

Últimamente nuestra sociedad se está enfriando cada vez más y más. Los sentimientos cada vez se ridiculizan y se falsifican más y hemos llegado a un punto en el que decir un sencillo "te quiero" da vergüenza por el qué pensará el otro.

Además del "dejaré de fumar" y "me apuntaré al gimnasio", apuntaos "diré te quiero cada vez que lo sienta". Por favor.

2009 besos a todos, y 2008 gracias a todos los que formáis parte de mi vida, aunque sea leyéndome,
Mun

Dibujo: Last snow and happy years, de Einlee

sábado, diciembre 27, 2008

El calendario rojo


Voy a contarte algo de mí que no sabes. No soy una buena persona. Todo lo que tengo lo he conseguido con el único esfuerzo de arrebatárselo a los demás. Y lo tengo bien montado: nunca me llevo objetos que se consideran unánimemente de valor. Bueno, sí que me llevo cosas valiosas, pero cuya desaparición quedaría ridícula si se denunciara.

Como tu calendario.

Me llamó la atención desde la primera vez que lo vi. Al contrario que los calendarios convencionales, tenía los fines de semana y los festivos escritos en negro, mientras que los días de entre semana lo estaban en rojo. Un escarlata estridente que chillaba desde tu habitación. Un grito que volaba a través de tu ventana para posarme en la mía. Fue ahí donde me fijé en ti. Siempre me ha gustado conocer a los dueños de mis tesoros.

Estabas sentado en tu escritorio, luchando contra ejércitos de hojas en blanco, armado con un bolígrafo rojo. De vez en cuando te detenías y cerrabas los ojos (quizás mirabas hacia dentro).

Y yo podía pasarme horas mirándote. Emanabas paz.

Y mientras te contemplaba, supuse, influenciada por miles de clichés, que la tinta era sangre que te salía directamente del corazón. Pero luego me di cuenta de que no era así.

Con total sorpresa me di cuenta de que aquel bolígrafo tenía un fino hilo atado al gancho del calendario.

Luego sentí curiosidad por ver qué escribías. Por eso me quedé agazapada en el alféizar, esperando que tu sueño fuera más fuerte que la inspiración.

Cuando finalmente te quedaste dormido (sobre el mismo escritorio), me deslicé hacia tu cuarto. Gruñiste un poco cuando te quité el cuaderno que usabas de almohada, así que decidí improvisarte una.

Tras guardarme tu cuaderno en la mochila, cogí un libro al azar en la estantería y te lo puse bajo la cabeza. Después me di cuenta de que era un libro gordo, con las tapas bastante duras, así que decidí abrirlo por la mitad para que tu almohada no te resultara tan inhóspita.

Al llegar a casa, leí lo que escribías. Me gustó mucho ese cuento. No era la clásica historia de amor azucarada de celuloide, con sus deslumbrantes protagonistas que se juran amor eterno a primera vista. Tu cuento era de carne y hueso, y las palabras latían a un ritmo agridulce. Leí entre sus líneas y me encontré con tus ojos.

Sólo tenía un defecto. Estaba inacabada. Y sólo por eso te devolvería el cuaderno.

Volví temprano, para asegurarme de que no te dabas cuenta de la ausencia del cuaderno. Pero ya estabas despierto. Y tu risa despertaba a toda la habitación. Salía fresca y sonora de tu boca vibrante, en forma de rayos solares que alumbraban todo aquello con lo que chocaban. Entre esas cosas estaba tu calendario. Me llamó mucho la metamorfosis que sufrió cuando tu risa lo tocó. De pronto, los días rojos pasaron a ser naranjas. Y las cuervas de los números parecían sonrisas. Brillaba más que antes. Entenderás por qué te lo intenté coger.

Y ahora entenderás qué hago aquí.

El trato es muy simple: me darás el calendario y acabarás esa historia, a cambio de que te devuelva el cuaderno y te ponga de almohada otro libro de chistes.

Luego vendré a por el cuaderno de nuevo.

Te dije que me encantan los tesoros.


Mun, the Thief Doll

Este relato va dedicado a un tesoro que he encontrado en Madrid, sin esperarlo. Ese tesoro es Oski, un gran hombre que no se merece más días rojos.

Fotografía: Friendship, de Mont Martre

martes, diciembre 23, 2008

Madrid


Madrid es un veneno lento
que ingerí por voluntad propia
sin hacer caso a advertencias.

Me di cuenta el día que olvidé
cómo flexionar los ojos para llorar,

el día que vi que mis venas
eran cables azules y rojos.

El termómetro no miente;
ni está loco.
Sólo es un espejo.


Mun, the Poisoned Doll

Fotografía: -173º, de Oski y Mun