viernes, septiembre 14, 2012

¿Y si lo intentamos de nuevo?

No me he ido. Me he mudado: http://lauralunasanchez.wordpress.com/

A los que me leéis, gracias.

jueves, marzo 10, 2011

Las cinco preguntas

Que un escritor como Magnus Dagon te entreviste es todo un halago. No diré nada más, para saber qué cinco preguntas y qué respuestas, tenéis que ir aquí

martes, febrero 01, 2011

La Época (II)

Mun se despertó a una hora en la que el sol no despunta, sino que hace su presencia más que evidente y acaba de sacar a los más remolones de la cama, cuando no cuentan con una madre cerca que se invente la hora. En la mesa que estaba situada en paralelo al sofá había dos tazas con una especie de brebaje de color marrón, sobre el que unos grumos se resistían a disolverse.
-¿Eso es colacao? – preguntó la bardo al hechicero, que hacía poco que se había levantado para dejarse aún las legañas puestas.
-Sí, el alimento fabricado por los enanos castigados por Isra, que revitalece la fuerza y el maná.
Si había algo que el gran Isra odiara más que la pepsi, eran los enanos. Incumplían con la genética la norma de la barba de los tres días y sus cuerpos tan malhechos parecían figuras diseñadas por un borracho. Todo ello generaba una visión tan incómoda que, para evitar tenerlos a la vista, Isra decidió castigarles en las profundidades fabricando deliciosos productos con los que compensar su ignominia.
-Ah, ahora entiendo por qué tienen esas rocas indestructibles flotando.
El hechicero miró a la bardo ofendido.
-Son grumos y están muy ricos.
-Con nesquik esto no pasa.
Nesquik era un brebaje que también revitalizaba la fuerza y el maná, fabricado por los elfos que envidiaban la artesanía de los enanos. Sin embargo, la delicadeza élfica no encontró rocas indisolubles en leche, y sí un sabor adictivo y mejorado.
-¿¿¿NESQUIK??? ¡EN MI GUARIDA SE TOMA COLACAO!
-A mí, en casa, me dan Nesquik – protestó la joven.
-¿A que te delato a los que te persiguen y te llevo ante las autoridades por lo de “El Pan que Habla”?
La bardo se tomó el colacao sin rechistar, a pesar de que le costó digerir los grumos, acompañado de unas galletas que llevaban manual de instrucciones incluido para abrirlas y lamer la nata de dentro.
-¿Me acompañarías en una misión? –le preguntó Croc mientras disfrutaba de una de esas galletas.
-Soy muy floja.
-Bueno, siempre es gracioso y útil contar con un bardo…
-Mareo las armas antes de atacar.
-Eso lo hemos hecho todos…
-Y soy más ruidosa que unas maracas.
-¡El caso es poner excusas!
Entonces el hechicero miró a Mun muy fijamente, pestañeando a la velocidad de un vendaval, y no diré qué clase de hechizo usó, pero el caso es que la joven finalmente aceptó.

Mientras tanto, en un lugar lo suficientemente alejado de la guarida de Croc como para trasladarse a caballo, un par de encapuchados llamaron a la puerta de una humilde casa. Les abrió un joven con voz de barítono, cabello tan corto y cuidado como su perilla, piel bronceada y vestido con una prenda que servía tanto para dormir como para estar en casa sin escandalizar (demasiado) al resto de ocupantes llamada bermudas. El chico sonreía con seguridad y picardía mientras se palpaba el abdomen, para captar la atención de sus visitantes en aquella musculatura que el pueblo espartano (un poco anterior a La Época) envidiaba.
-¿Qué queréis? – saludó tras un amistoso bostezo.
-Buscamos al Gran Javi, el Maestro Armero y Gran Enciclopedia Histórica.
-Pues no le conozco.
-En el buzón pone que sois hermanos.
-Ah, coño, Javi, esperad que le llamo.
El joven se volvió hacia el interior de la casa y llamó con la mitad de su potencia pulmonar:
-¡JAVI!
Sólo respondió el silencio.
-¡JAVI! ¡JAVI, COÑO!
El joven se dirigió a los encapuchados.
-Perdonad, es que a veces hace viajes astrales a la dimensión paralela Warrohammer y se desentiende de este mundo.
Se metió en la casa a buscarle para descubrir que su hermano no estaba. Con la vergüenza de no poder atender a los encapuchados en condiciones, volvió a la puerta.
-Ha salido – informó con calma.
-Lo que pasa es que no se quiere poner.
-No, que ha salido.
-¿Cuándo?
-Pues no sé, a lo mejor esta mañana. O lleva fuera toda la semana. Y yo qué sé.
-¿Y no sabías que no estaba?
-No.
¿No vivís los dos juntos?
-Sí.
-…Y dormís pared con pared.
-Claro. No querrás que durmamos aún juntos, que tenemos una edad los dos.
-¿Tú te crees que estamos jamaos?
En La Época la gente solucionaba los problemas como en la época actual: a tortas. Aunque eran unas tortas mucho más dignas, en las que se cuidaba algo que se perdió hace tiempo llamado honor. Era muy habitual arreglar cualquier asunto con un buen combate, desde el regateo sobre precio del pan, como la venganza por la muerte de un padre. Y estos señores encapuchados, que sólo querían arreglar el tema del paradero de Javi, desenvainaron sendas espadas.
-A ver, que a mí no me van esas cosas – se defendió el chico –. Que me llamo Albertónidas porque mi abuelo se empeñó, no por otra cosa, pero yo soy más de diplomacia, de hablar, de hacer las cosas como un adul…
-Entonces dinos dónde está Javi.
-¡Que no lo sé! Pero decidme qué queréis y a lo mejor os ayudo yo. Y de paso, cobro yo el botín, que nunca me viene mal.
-Hemos venido a que nos haga unas armas y nos las pinte.
Albertónidas esbozó una sonrisa tranquila.
-Pero eso yo también puedo. Es oficio de familia.
-¿Nos dejas pasar entonces?
-Después de haberme intentado matar.
-Venga, hombre, que era broma. Ya no lo volvemos a hacer.
-Vale, pero guardáis las espadas y os descubrís las caras.
-Si tú te tapas el cuerpo.
Albertónidas hizo pasar a los visitantes con un suspiro.

Mun, the Bard Doll

Dedicado a Croc, a Isra, a Albertónidas y a Javi, que no le he cambiado el nombre porque si no lo de "¡JAVI, COÑO!" no tendría gracia. Y sólo tendrá ilustración si uno de ellos la hace.

viernes, enero 07, 2011

Es que luego te voy a querer

Me gusta verte después de tres, cinco, seis meses y ver que no has cambiado nada. O, si has cambiado, no darme cuenta.

Me gusta saber que hemos crecido de manera distinta y nos queremos igual.

Me gusta que nos pongamos al día en lo que dura tu jarra de cerveza, o mi cocacola, y que siempre haya algo de que hablar, incluso temas ya hablados.

Me gusta reír con chistes que sólo entendemos nosotras y que nunca pierden la gracia.

Me gusta que me digas que llorar me queda fatal, y que no sepas que cuando llegue a casa me pongo muy fea.

Porque paso horas contigo y sé que te voy a querer.


Mun

martes, diciembre 28, 2010

Au revoir, 2010

Tú no has sido como el 2009, tú sí que has sido un buen amante. Aunque te hiciste el remolón al principio, al final me trajiste el deseo que te pedí, un buen empleo.

Y no sólo eso, me has regalado momentos preciosos, que he fotografiado sin cámara y que reviso una y otra vez en ese álbum que no tiene hojas. Es imposible volver a revivirlos con la misma intensidad de la primera vez, pero ya me conformo con el saber que los he vivido.

También me has dejado iniciar proyectos muy interesantes. Van despacio, lo sé, y dejaremos el trabajo de dar frutos para el amante que te va a relevar. Por eso debes irte ya.

Pero, espera, aún hay más cosas que decirte.

Has alejado a mucha gente de mí. Gente maravillosa. Aunque sabes que soy capaz de mantener una relación a distancia. Y varias. Y todas a la vez. Eso sí, espero que el 2011 me dé más oportunidades de olvidar los kilómetros.

Pero a cambio has traído a mi vida a otras personas maravillosas. No voy a mencionarlas. No les conviene saber que son maravillosas, porque si no, dejarán de serlo.

Siento no hacerte una despedida espectacular, como la que mereces, pero esta vez seré más humilde.

He traído una botella de cava, pero no puedo beber más alcohol que el que me permite mojarme los labios.

¿Un brindis? Hay para todos.


FELIZ AÑO NUEVO A TODOS,
Mun

lunes, noviembre 29, 2010

La Época (I)


Érase una vez una era que decidieron no documentar, debido a lo poco creíble que fue. Era aquella época de la historia en la que existieron los elfos, aunque jamás se encontraron fósiles de éstos, cuando las carreras universitarias y profesiones se llamaban “clase” y cuando los orcos eran algo más que un humano muy feo.

Esa época no era una realidad paralela de los libros de fantasía y de los juegos de rol. Esa época realmente existió y fue condenada a ser censurada en los libros serios, porque era tan fabulosa que temían que los niños se la creyeran demasiado y organizaran una revolución para volver a ella.

Se la conocía como La Época.

La única religión oficial de La Época era el israelismo, en la que se adoraba a un dios único, por encima del bien, del mal y de lo neutral, llamado Isra, mucho menos opresor que Zeus, Hextor y que otros tantos. Isra sólo pedía tres cosas: que los hombres llevaran el pelo corto (las melenas eran una ordinariez que sólo servían para que los piojos tuvieran columpios), que no llevaran barba mayor de tres días (pinchan) y que una vez al día se le ofrendara una bebida con capacidades curativas y regeneradores asombrosas llamada cocacola.

Pues a este dios, Isra, estaba rezando un poderoso hechicero que vivía recluido en el bosque. Era un joven con ese aire misterioso que sólo pueden tener los hechiceros. Era moreno, y no se había dejado crecer el cabello no por creencia israeliana, sino porque si no parecería un aprendiz torpe que hubiera tratado de hacer experimentos poco seguros con el rayo. Tenía la piel blanca como la corteza de la luna, y vestía una túnica verde oscuro con la que se camuflaba entre los árboles.

Era delgado, como si le hubieran dibujado con sólo un par de trazos, pero no era una delgadez enfermiza, sino bien diseñada. Parecía un ser del aire, que con sólo una caricia de viento pudiera flotar. Sin embargo, aquella constitución era todo un hándicap en un mundo en el que combatir era algo tan común como tomar una caña en nuestros tiempos y por eso a este joven no le quedó otra opción que estudiar magia para sobrevivir.

Y era bueno en ello. Muy bueno. Aunque en sociedad negara siempre ser un hechicero.

Tal vez la joven que le espiaba tras un árbol debió informarse antes de las habilidades de este brujo. Si lo hubiera sabido antes, no se habría detenido a escuchar cómo suplicaba a Isra entre oraciones que le revelara el secreto de crear una Daga Poderosa a Dos Manos. Lo que no comprendía es que su dios no le concedería este deseo porque su barba bien recortada sobrepasaba por mucho los tres días reglamentarios.

Y tal vez la joven debería recordar que unas botas de cuero con tacón no son lo más silencioso del mundo.
-Espero que no seas una pícara, porque si no, menudo futuro... - le espetó el hechicero a la muchacha tras descubrirla.
Algunos dicen que el brujo utilizó algún hechizo silenciador para entorpecer la lengua de la chica, que de pronto no podía conectar dos palabras debidamente. Otros, que esto se debía a otra cosa más misteriosa y que mencionar aquí sería muy cursi.
-Bien, ¿qué quieres?
-Escondite. Estaba huyendo.
-¿Una chica? ¿Huyendo? ¿Hay bandidos y gente mala por aquí?
-Bueno, no son gente mala, malo es lo que les he hecho.
-¿La bandida eres tú?
-No, yo sólo soy bardo.
-Anda, qué cosas... - La mirada gatuna del brujo brilló con interés.
-...Y estaba actuando en una posada esta noche... y decidí pasar a mi especialidad, contar chistes.
-¿No utilizarías el Libro de Cristian?
La bardo tragó saliva antes de hacer la terrible confesión:
-Conté el chiste de “El Pan que Habla”.
El brujo ahogó un grito de horror. Aquello era casi peor que beber Pepsi en un templo de Isra.
-Es mejor que te refugies en mi guarida antes de que alguien te encuentre.
El hechicero vivía en una cueva en el que orden estaba trazado con tiralíneas. Los muebles estaban colocados a escuadra y cartabón y los frascos de pócima parecían estar en formación en las estanterías. Hasta la cama estaba hecha al estilo lifting.

A una distancia prudencial de la cama había un sofá que no tenía ni siquiera hoyo de asiento.
-Tú duermes ahí – señaló el hechicero con la autoridad de un templario.
-¿Cómo? ¿Así tratas a las chicas que subes a casa?
-De momento, sofá. Capaz eres de contarme en sueños “El negro que se tira del avión”.
-¡Pero si en esta época no existen los aviones!
-Me da igual. Yo quiero dormir con todas las neuronas.
La bardo se dejó caer en lo que sería su cama esa noche.
-¿Cómo te llamas? Mamá me dijo que no me metiera en casas de extraños.
-Croc.
-Qué bonito, suena a dragón... Saldrás en los cuentos graciosos que cuente la bardo Mun.

Mun

Este cuento va dedicado, una vez más, a esos señores tan encantadores que se pasan los domingos jugando al rol conmigo. Y a Cristian. Y a los chistes de Cristian.

Últimamente estoy muy perezosa para buscar ilustraciones, pero la única ilustración que puede acompañar a este texto sólo la puede hacer uno de mis roleros.

ACTUALIZACIÓN: Ya tenemos ilustración. Bardo no es uno de mis roleros, pero sí un ingenioso bardo de las imágenes y las palabras. ¿A qué sabrá la Orca-Cola?

Y sí, hay más partes, y TODOS esos señores encantadores salen.

domingo, noviembre 28, 2010

Domingo

Domingo sabe a hogar,
aspirina y colacao de las seis,
tecleos analgésicos para las distancias,
ropa que nunca sale de casa,
sofás combinados con manta y película o consola
y a ti.

Domingo sabe a deseo
de hacerse eterno
para que no deje pasar
el lunes de cerebros apagados
y tecleos frenéticos
que ansían el viernes de nuevo.


Mun, Sunday Doll