jueves, diciembre 31, 2009

Hacia el 2010

Cariño, siéntate, tenemos que hablar. Sí, ya sé que odias esa frase, pero sabías que este momento llegaría. Tal vez no estabas preparado para esta noche, pero tampoco has hecho lo posible para que no llegara.

Tienes que marcharte. Lo siento.

Bueno, en realidad no lo siento tanto. No has sido un buen amante. Tal vez empecé a salir contigo con demasiadas expectativas; creía que ibas a ser tan bueno como el 2008, que tanto me cambió la vida hasta hacerla otra. Sin embargo, te portaste muy egoístamente. Me concediste un trabajo que parecía una parodia de la imagen de trabajo que se tiene en el país, y luego decidiste que era mejor que me quedara en casa a pensar en ti y en la nada que me has aportado.

Por si fuera poco, me apartaste de varias personas con las que no puedo reparar la amistad sin que el miedo o el orgullo causen interferencias en nuestras conversaciones. Supongo que así yo tendría más tiempo para dedicarte más pensamientos.

Pero no seré cruel contigo. He aprovechado el exceso de tiempo libre que me otorgaste para dedicarlo a mis proyectos, y eso que ha hecho que a nivel literario creciera un poco más. No has matado mis sueños, lo siento. También me has concedido momentos inolvidables, como mi primera luna de miel. Supongo todo esto era para que no te odiara tanto.

Lo siento. Hay otro año. La he invitado a cenar a casa esta noche y he preparado las uvas de postre y el champán. Llevo ropa interior roja y esta vez no es para ti. Y después nos iremos a celebrar nuestro encuentro. Quiero que nos dejes solos. Y que te vayas para siempre.

Quédate justo ahí, en mis recuerdos.


Mun os desea a todos un Feliz 2010

Fotografía: Into new year, de Ciril Jazbec

miércoles, diciembre 23, 2009

Otra carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos,
Este año no pienso pediros juguetes, aunque esto lo sabréis porque llevo años sin pedirlos. Sobre las colonias, los reproductores de música, la ropa interior y exterior no os preocupéis. Prefiero ir a buscarlos yo sola, aunque me tenga que enfrentar a las resabidas hordas de zombies comprarregalos, más guiados por el “quedar bien con el otro” que por el “gusto del otro”.

No. Tampoco os pienso escribir en el idioma de la corrección política una carta que pida la paz en el mundo que no me importa. Cuando me levanto por las mañanas pienso en mí, en rogarle cinco minutos más al despertador, en las tareas pendientes del día, en dónde encaminar mi vida profesional, en lo mucho que echo de menos a mis amigos, en llamar a papá y mamá y en ver de nuevo a mi pareja cuando vuelva a casa del trabajo. Y antes de acostarme pienso en el día siguiente y tacho un día más del calendario hasta alguna fecha señalada. No, no pienso en países menos favorecidos que el mío, ni en niños inocentes que sufren las inclemencias de los adultos. No les conozco y no puedo sentir nada por ellos. Bueno, sí que pienso en ellos. En los cinco minutos que dedico leyendo el periódico. Así que no pienso pediros la paz mundial, porque me niego a ser hipócrita. Además, no creo que el mundo se merezca ese regalo, porque no ha sido un niño bueno.

Tras leer esto, consideraréis que no me estoy portando bien. Que soy una egoísta. La única diferencia es que lo reconozco y soy consecuente con ello. Por eso os escribo esta carta de despedida, porque me parece justo prescindir de vuestros servicios si no los merezco. También podría no deciros nada, pero a pesar de todo soy educada y no me gustan las despedidas francesas.

Ya tenéis alguien menos de quien preocuparos. No quiero que os enfadéis conmigo; después de todo os pienso compensar. Vosotros repartís regalos que los niños piden a la carta, incluso después de que sepan vuestro triste secreto. Yo voy a repartir regalos que reparto durante todo el año y que vosotros no podéis. Necesitáis ayuda de un pergamino eterno para relacionar a los niños con sus rostros y nombres, y anotáis sus buenas obras como un profesor anota los puntos positivos en clase. Pero nunca os habéis sentado a jugar con ellos con los propios juguetes que le dejáis en los balcones. No sabéis operar sus corazones rotos a la una de la mañana en un portal, o compartir un café con ellos en un bar que habéis convertido en “el de siempre”, ni sabéis la combinación de la caja fuerte de sus risas, ni comprobar su calor corporal con un abrazo. Yo sí. Y por eso puedo hacer mis regalos.

Y no es un acto altruista. Yo acabo recibiendo lo mismo y por eso entrego.

Felices y descansadas fiestas,
Mun


Mun os desea que hagáis felices estas Fiestas

Fotografía: Ice Crown, de Sarah Beara

martes, diciembre 15, 2009

Por qué soy Cuentacuentos

Porque lo encontré en tu blog y tenía curiosidad.
Porque tú me acabaste de convencer, porque sabías que me sería útil.
Porque me gusta cómo me revuelves el pelo cuando estás contento.
Porque sabía que no era la única del gremio que en realidad quiere ser escritora.
Porque eres pura filosofía. Y te pareces a Alex De Large, digas lo que digas.
Porque te reconocería aunque fueras de blanco, con gorra y gafas-máscara de sol.
Porque yo también pienso que nos parecemos mucho. Y eso, para mí, es un honor.
Porque en cada encuentro contigo siento la emoción de verte por primera vez.
Porque eres capaz de desencajarme la mandíbula a risas.
Porque me hizo mucha ilusión que vinieras. Yo también tenía muchas ganas de verte.
Porque no esperaba que tuviéramos amigas en común.
Porque he crecido mucho a nivel literario gracias a ti.
Porque me hiciste ver que las alas las llevamos ocultas para camuflarnos entre los humanos.
Porque tienes una voz preciosa y nunca me cansaré de decirlo, aunque no te lo creas.
Porque es una cosa más que me gusta compartir contigo. Y porque así me acompañas a casi todas las quedadas.
Porque fue toda una sorpresa encontrarte por la calle de casualidad aquella Navidad.
Porque me gustó ir a visitarte a casa con tu gripe. Y porque no me importaría hacer un tour por España contigo en coche.
Porque me gustó mucho tu recibimiento. Porque no me lo esperaba.
Porque soy una bruja y lo sabes.
Porque tus buenas lunas son mejores que el cazador de sueños más potente.
Porque me descubriste.
Porque eres una montaña rusa emocional.
Porque no es verdad que sea la más cabal, pero que tú me consideres así me anima a serlo.
Porque sé que tu solidaridad es sincera como tu corazón.
Porque no tenemos bastantes momentos juntas, así tenemos más.
Porque guardo esa placa, y cuando la veo me acuerdo de ti. Y me la pondré cuando te vea.
Porque recuerdas todo lo que te cuento, aunque hablemos poco.
Y porque no sólo iba a conocer escritores, sino personas.


Mun, la Muñeca Cuentacuentos

jueves, diciembre 03, 2009

Dream on

A veces descubres que sabes hacer un truco y cuando lo quieres repetir, lamentas no recordar los pasos exactos que has seguido para conseguirlo. Eso mismo experimenté anoche. Quería repetir la travesura de meterme en tus sueños para despertarte y no me salió. O si me salió, no me acuerdo. Me he despertado con el insípido recuerdo de no haber soñado nada. Aunque ya sabemos que nunca es así.

Creo que me has cerrado la puerta porque tienes miedo a que lo haga de nuevo. La verdad es que fui muy maleducada; eso de colarme en tu sueño por las buenas, sin avisarte, está mal. Y menos mal que sólo estabas comiendo en aquel lujoso comedor y que no tiré la mesa con el coche. Y eso que conducía bastante bien para no tener carné en el mundo real.

Me inspiré en el libro que estoy leyendo. En una escena el protagonista entra en los sueños de su hermana y ésta le reprende por ello. Me imaginé de nuevo aquella escena antes de dormir y aquello me llevó a imaginarme qué pasaría si yo hiciera igual. Sé que no tenía que haberlo hecho. Pensé en ello como la clásica broma que no estás dispuesto a hacer porque te faltan medios. Y al final me salió.

Los sueños son tan peligrosos como los deseos. De hecho, mucho de ellos son deseos que necesitan agazaparse tras el subconsciente. Si se asomaran a nuestra conciencia, nos harían sentir culpables, a pesar de que sabemos que no son voluntarios. Por eso existe la noche, para que salgan libres y se diluyan en películas incomprensibles de lógica desordenada. Y tú tienes miedo de lo que pueda hacer en ellos. No te culpo por ello. De hecho, ni yo misma sé lo que haría, y eso me da miedo. A la mañana siguiente trataría de justificarme, y no confiarías del todo en la máxima “los sueños, sueños son”.

Pero puedes estar tranquilo.

A medida que los párpados caen, llamo a tu puerta. No pienso dormir, porque quiero que mi consciencia dirija cada uno de mis actos y así luego puedo guardarlos en precisas fotografías para mi memoria. Sabes que no te haría ningún daño, así que déjame entrar. Sé que estoy aquí porque me has llamado y yo he acudido, porque nos echamos tanto de menos que otro abrazo se ha convertido en una urgencia.

Sé que quieres. Y yo también. Ambos sabemos que la voluntad es el motor de la magia.


Mun, the Dreaming Doll

Fotografía: Dream on, de Asiy