jueves, abril 26, 2007

El día que te tomaste unas vacaciones



Como todas las cosas importantes, ocurriste de repente. Lo que más me molestó es que tuvieras que decidirlo a las dos de la mañana, cuando ya había abandonado todos mis sentidos al sueño. Y encima, tenías que provocarme ese dolor. Aunque, bueno, qué esperaba. Me estabas desgarrando el pecho para salir.
-Lo siento, pero no aguanto más.
-¡¿Qué te pasa ahora?! ¡Siempre has funcionado bien!
-Y por eso te aprovechas de mí. Me has hecho soportar demasiadas emociones esta semana, y para mí ya es demasiado peso.
-¡¿Y qué culpa tengo yo de que se me juntaran tantas cosas?!
-Podrías controlarlas tú misma y no beber tanto café, que estoy muy gordo para latir tan deprisa.
-Lo siento, de verdad. Te prometo que a partir de ahora controlaré mis emociones y agarraré mis problemas por la solapa, para después abofetearlos.
-Lo que tú quieras. Pero yo no aguanto más. Necesito unas vacaciones.
-¿¿¿Y tiene que ser ahora???
Ya te habías salido del pecho, y yo te hacía cuna con mis manos. Lo más curioso es que ya no sentía ningún dolor. Ni placer. Nada.
-Sin mí estarás mejor. Verás las cosas como si no te pasaran a ti y podrás analizarlas con la frialdad de un médico de la Seguridad Social. Y salgan como salgan te dará igual, como yo no estaré...
-No sé si huir es la solución. Ya te vale, dejarme sola cuando más te necesito...
-No te dejo sola. Pero entiéndeme, me has sobrecargado mucho esta semana y antes de tener un infarto prefiero tomarme unas vacaciones.
-¿Y a dónde irás solo?
-A un tarro de formol. Y dormiré lo que tu vida no me ha dejado en toda la semana.
De hecho, te merecías un buen descanso, con todo lo que te hice pasar. Me habías avisado de tu estado mediante taquicardias y aun así no te hice caso. Te causo demasiado estrés, perdóname. Para compensarte las molestias, te preparé una cama de cristal y formol. Te deposité un beso en la frente, mezclado con sangre y lágrimas, con sabor a disculpa. No cerré la tapa demasiado fuerte, por si después te costaba volver a mi pecho. Perdóname otra vez, porque para ser lo más valioso en mí, eres lo que más maltrato.

Mun, la Muñeca Cuentacuentos



Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 License.


Fotografía: Heart Cage, de Hongatar Stock

lunes, abril 16, 2007

Una vivienda digna


Como muchos otros jóvenes de mi país, seguía viviendo con mis padres a mis treinta y cinco años. Trabajando de cajero en el supermercado de la esquina de mi calle no podía pagarme ni un cuchitril de alquiler junto a mi novia.

Después de mucho buscar, me ofrecieron un lugar en el que vivir como Dios: tendría techo, cama, comida, televisión, gimnasio, compañeros muy majos... Y todo ello sin tener que pagar un duro. Lo único difícil era hacer méritos para entrar.

Por eso me metí a ladrón de bolsos. Al menos, en la cárcel, tendría una vivienda digna.

Mun, the Homeless Doll

Al hilo de los Microrrelatos convocados por Ana Arándanos

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 License.

Imagen extraída de la película Ghost World

domingo, abril 15, 2007

La cárcel de cristal

Era una cárcel de cristal, estrecha, hecha a medida de cada preso, como un ataúd. A simple vista parecía fácil de romper, pero los condenados pasaban en ella años, soportando la misma tortura silenciosa.

La penitencia duraba sólo unos momentos al día; el resto de la jornada los presos hacían su vida cotidiana. Sin embargo, sentían en su conciencia las heridas que les provocaba aquella cárcel de cristal. Era como un eco de trasfondo, que repetía el siguiente mantra: “nunca serás lo bastante bueno, nunca serás lo bastante inteligente, nunca serás lo bastante guapo”.

Era una manera revolucionaria de condenar a la población siglo XXI. Jamás se podría huir de esa cárcel. Los contemporáneos la llamaban “espejo”.



Mun, the Damned Doll

Al hilo de los Microrrelatos convocados por Ana Arándanos

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 License.

Imagen de Victoria Francés

miércoles, abril 04, 2007

Usted es humano




Y allí estaba, entre mis manos temblorosas, la carta que Clovis me había enviado ir a buscar. Lo que había escrito en ella me lo podría haber dicho en persona, pero Clovis es así. Cuanto menos trate con los demás, mejor.

"ESTÁ USTED DESPEDIDO. NO PERMITIMOS HUMANOS EN NUESTRA EMPRESA"

Me pareció tan injusto. En la entrevista se lo dejé claro y ellos me aseguraron que no les importaba, mientras yo me comportara como uno de ellos. Por eso no dudé en ir al despacho de Clovis, que cuando me vio aparecer puso cara de haber visto un eclipse solar sin gafas de sol.
-¿Cómo que despedido?
-¿Qué hace usted aquí? En la carta está todo claro. No hay nada más que hablar.
Su voz sonaba tan emotiva como un "ha elegido usted gasolina súper".
-¡¿Cómo que me despedís por ser humano?!
-Se lo hemos escrito claro. No admitimos humanos en nuestra empresa.
-Llevo un año trabajando con vosotros y eso no es ninguna novedad. En la entrevista ya os lo dije y no tuvisteis reparo en contratarme.
-Pero se lo advertimos. Tenía que comportarse como uno de nosotros.
-¿¿Y no lo hice?? Me empollé todos vuestros argumentarios hasta la última coma, ensayé delante del espejo el tono de voz de hojalata que me exigíais, incluso grabé mi saludo y mi despedida para que sonaran iguales en todas las llamadas, no fuera que al repetirlos me salieran distintos...
Clovis miraba mis lágrimas lleno de curiosidad, como aquel que encuentra una rareza expuesta en un museo.
-Eso sólo lo hacía al principio. Pero después perdió la práctica y se acabó delatando a sí mismo. Desde luego, si le contratamos era para hacer un experimento. Ya que los androides estamos hechos a imagen y semejanza de los humanos, queríamos comprobar si podemos transformar a un humano en un androide. Veíamos muy complicado conseguir algún sujeto que aceptara los implantes electrónicos, y decidimos que mediante este tipo de empleo era más fácil transformarles. Casi lo conseguimos con usted, pero nos falló.

No podía creérmelo. Yo me había esforzado al máximo en parecer uno de ellos. Sentado cada mañana de 9 a 5 en ese sembrado de ordenadores, les estudiaba y aplicaba después la táctica del camaleón. Mi voz había conseguido el timbre de una máquina de escribir y los clientes me tomaban como un operador más. De hecho, había sido tarea fácil para mí restringir mi vocabulario al dossier de frases prefabricadas que me dieron el primer día, congelar mis párpados para tener unos ojos de piedra y moverme como si mis venas fueran alambres. En cuanto a la empatía, tampoco me costó anularla. Sólo tenía que buscar otra distracción mientras atendía una llamada: o bien me ponía a hurgar por la blogosfera, o echaba partidas en minijuegos, o buscaba chistes en google...

No obstante, a pesar de todo ello, no fui lo suficientemente bueno. De hecho, ningún humano lo era. Pero yo daba la talla y, a pesar de tener la oportunidad de hablar con Clovis, no supe en qué había fallado. Le pregunté "¿por qué?" por enésima vez, hasta que él levantó el dedo y, moviéndolo a modo de cursor, me señaló a mí y a la puerta.

Aquel despido fue un latigazo a mi orgullo, y decidí aliviar mi dolor con un paseo por el parque. Mientras respiraba el azahar y notaba las caricias de las amapolas en mis tobillos, me daba cuenta de que Clovis tenía razón: yo soy demasiado humano. Asimismo, podía notar la libertad de movimientos de mi cabeza, cuando me giraba a mirar alguna ardilla o pájaro que me llamara la atención. Con los cascos, que en ocasiones se me antojaban como si pertenecieran a una silla eléctrica, no sentía esa libertad. Tal vez, en el fondo, Clovis me hizo un favor.

Llegué a casa a eso de las nueve. Sobre la mesa, me encontré un cd con una nota encima, en la que había escrito un mensaje en Times New Roman, cuerpo 16:

"USTED ES HUMANO"

Extraje el cd de la caja y lo metí en el ordenador. Al hacer doble click sobre D:\ me encontré varios archivos de audio. Sin duda, eran las grabaciones que nos hacían desde el departamento de calidad. Escogí uno al azar, y no tardé en reconocer mi voz que, por cierto, detesto:
-BuenosdíasbienvenidoaCommunicationenquépodemosayudarle
-Vamos a ver si puedes ayudarme. ¡Llevo un mes esperando a que me arreglen la línea!
-Informamosalclientedequeestossondíasdifíciles...
-Parece que nadie me entiende. A todos os cuento lo mismo y pasáis de mí. Tengo a mi hijo en Inglaterra, y por culpa de esto no estamos en contacto. Ni por teléfono, ni e-mail, ni nada.
-Informamosalclientequeusteddisponedemóvil.
-No, no tengo móvil porque odio estar localizable. Además, no tengo dinero para permitírmelo. Contraté vuestro servicio porque me incluía internet y teléfono, hace un mes que os comuniqué la avería y aún no he tenido respuesta. ¿Cuándo me enviaréis el técnico?
-Informamosalclientequedesconocemoselprogramadelserviciodeasistenciatécnica.
-¿Así que voy a estar sin hablar con mi hijo más tiempo? ¡Póngase en mi lugar!
-Yo no tengo hijos, señor... Me gustaría poder tener algún día, cuando conozca alguna chica...
-Pues no puedes ponerte en mi lugar. No sabes lo que se quiere a un hijo hasta que se tiene uno.
-Pero hay personas a las que quiero mucho.
-¿Y qué harías si no pudieras hablar con ellas?
-Posiblemente iría a visitarlas.
-Tiene usted razón... Pero si no puedo permitirme un móvil, difícilmente puedo permitirme un viaje a Inglaterra.
-Señor, ¿usted qué hace esta tarde?
-Lo mismo que cada día... Estar aquí, ver la tele...
-¿Le va bien si voy yo mismo esta tarde?
-¿Usted?
-Sí. No prometo nada, pero soy bastante apañado. Menos da una piedra, ¿no?
-¿Tiene mi dirección? ¿La ve en pantalla?
-Sí. Esta tarde a las seis me paso.
-Usted... no es como los otros operadores con los que hablado... Usted me ha entendido...
-Porque si no tuviera aquí a mi familia y mis amigos... y no pudiera hablar con ellos... me moriría...
-Usted es humano...

Cerré el archivo antes de que se acabara. Entonces ya supe de qué irían los otros. No recordaba aquella conversación, aunque sabía que era mía. También recuerdo cuando fui a casa de aquel cliente e intenté repararle la línea, aunque no tuve éxito alguno. Pensaba que nadie se iba a dar cuenta, pero sí. Nunca debí implicarme con el cliente y mucho menos, salirme del argumentario. Por esas razones habían reemplazado en los call centers a los humanos por androides.

Un mensaje apareció en mitad de la pantalla del ordenador: "USTED ES HUMANO".

Después de todo, Clovis tenía razón. Aquel trabajo no estaba hecho para humanos.

Mun, la Muñeca Cuentacuentos

Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-Noncommercial-No Derivative Works 3.0 License.

Imagen: Blade Runner