martes, enero 30, 2007

Muñecas rotas




Una habitación de risas y festejos,
con bombillas agonizantes;
y una casita de madera
añeja, de colores ocres elegantes;
ésa es nuestra cuna eterna,
nuestro hogar de ilusiones maquilladas.

Somos las muñecas rotas,
con raídos vestidos de princesas
y sonrisas desesperadas.
En estanterías, olvidadas,
no hay quien nos escuche,
pues en nuestros cuerpos de cristal
no hay carreteras para el alma.
Sólo vivimos en pupilas ajenas,
encendidas de admiración fría,
Sólo vivimos en manos descuidadas
que nos desconyunturan en juegos
infantiles, inocentes y crueles.

Muñecas rotas, copias de mujeres,
quimeras de niñas, sueños de
trapo, porcelana y plástico,
bellezas huecas, inmortales, encadenadas
al circo de una sociedad
robótica, gris, superficial.


Mun, the Broken Doll

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Fotografía: Dolly me, de Abakila

miércoles, enero 24, 2007

Hilo

Cómo odio madrugar. Cómo odio el tren a estas horas. Qué bien estaba en la camita. Qué ganas de pillarla otra vez. No llegaré tarde, ¿no? Qué palo me da ir a la uni. ¿Por qué está tan lejos? Al menos voy sentado. Al menos me puedo refugiar de esta falta de aire en la música. Qué buenos son Evanescence, sobre todo esta canción. Breath no more, se parece a Nadia, mi dulce princesa gótica. Qué ganas de que llegue mañana para verla… ¿Qué pasará? Aunque espero acabar esta tarde el trabajo de programación, que vaya palo. A ver si hoy convencemos al Estébanez para que lo ponga para la semana que viene… La semana que viene. Jueves. El cásting. Todavía no me he aprendido el guión… Siempre he soñado con ser Hamlet. No quiero estudiar, yo quiero ser actor, pero hay diez mil como yo. Pero, ¿por qué no? Cada uno lucha por sus sueños, ¿no? Y el mío es este. Escenarios, guiones, un trabajo ameno. Ser Donnie Darko. Un Óscar. Ser Hamlet. Y si me dan el papel, ¿qué hago con la carrera? Ostras, y hoy veré a Santi… Espero que se le pasara lo de ayer… De todos modos hablaré con él. No es posible que se ponga así por una tontería. Aunque tal vez yo debería entenderle un poco mejor, ¿no? ¿Y si se disculpa él? ¿O fui yo quién no debió decir eso? Es un chaval muy raro. Pero es muy buen tío. No creo que siga cabreado, ¿o sí? Anda, mira, esa chica. Muy guapa. Se parece a Nadia, pero Nadia es mucho más guapa. O tal vez no, pero para mí es la más guapa. Con su ropa negra, sus cruces, su carita. Mi ángel. Mi diosa. Mi princesa. Es especial… ¿Y si la beso mañana? Pero no me harán quedar en la biblio esta gente… El trabajo de programación… ¿POR QUÉ GRIT…?

Un ruido ensordecedor acompañado de una explosión que devoró el tren, vagón por vagón, detuvo el hilo de los pensamientos de Andrés. Y cuando la nube de fuego lo engulló, junto a los gritos de horror del resto de pasajeros, el hilo se cortó para siempre. Sin previo aviso. Sin preguntar y sin explicaciones. Y aquella nube de horror cortó 199 hilos más.


Mun, the Lifeless Doll



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domingo, enero 21, 2007

Piel de agua




Tengo la piel de agua,
por eso quiero un vestido de hielo
para salir los días de acero
donde sólo se respira escarcha.

Tengo la piel de agua,
y si miras a través de ella
escucharás a mis venas
susurrar mi sangre sensible;
por eso quiero callarlas.

Quiero cubrirme los ojos
con unas gafas de cuero negro
para que dejen de hablar
en destellos o lágrimas
de todo lo que siento.

Quiero tener el tacto enguantado
para no sentir abrazos falsos,
quiero tener palabras de metal
para hablar sin música acariciada.

Tengo la piel de agua,
por eso quiero bordarme en hielo,
para protegerme del mundo de acero
que quiere arañarme el alma
que se transparenta en mis arterias.

Hasta que alguien me desnude
de este escudo resentido
con un fuego que traspase
mi magullada piel de agua.

Mun, the water-skinned Doll

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lunes, enero 15, 2007

Un poco de publicidad

No me gusta darme publicidad, ya que soy de las que piensa que si algo es bueno, se demuestra por sí mismo y no porque otra persona lo diga. Sin embargo, la ocasión lo requiere, y es el evento anual de los Premios 20Blogs.

Si de verdad os gustan Los secretos de la rosa, no dudéis en votarlo para hacerlo más notable a los ojos del jurado. Sólo tenéis que pinchar en el enlace. Una vez allí, buscad la categoría de blogs de ficción. En la L veréis el mío, o si no, utilizad el buscador poniendo el nombre de mi blog. Allí veréis un botón con una pequeña sugerencia ("vótame") y después de introducir vuestro nombre de registro y contraseña (ah, sí, se me olvidaba, tenéis que estar inscritos en el concurso para poder votar), podéis votarme como blog de ficción (en el que voy más avanzada, así que, si es posible, dirigid mis votos allí) o blog personal.

Por si perdéis el enlace, también lo podñeis conseguir en la esquina superior derecha de mi blog.

Gracias a todos, de antemano.
Mun Light Doll


Vótame



convocado por:
20minutos.es



lunes, enero 08, 2007

La puerta abierta (final)




Había volado escaleras arriba con la locura latiéndole en la entrepierna, y ahora sentía que estaba a punto de estallarle. Su concentración sólo estaba pendiente del cumplimiento de su único deseo, aquel deseo que dictaba el ritmo de su pulso. Y fue por esto que tardó tanto en percatarse de la situación.

La puerta abierta que le saludó al llegar al rellano se le antojaba como una invitación a ejecutar su cometido, pero lo que se encontraba detrás de ella le frenó en seco con una bofetada en mitad del sentido común.

Aquella escena era como una acusación a su conciencia de lo que estaba a punto de cometer, y la objetividad que le concedía su posición le hizo ver lo abominable de su intención. La culpa le ardía en la retina y Enrique se habría arrancado los ojos si no fuera porque su sentido de la justicia le sacó la adrenalina de debajo del pantalón para inyectarla en su puño, que segundos después caía sobre la cara de aquel muchacho que pretendía a poseer a Elena por la fuerza.

La joven, liberada de su destino, vio asombrada aquel joven que se derrumbaba contra la cómoda, tirando algunas cajas de encima de ella, para luego caer al suelo. El temor le había congelado todos los músculos y el único movimiento que se apreciaba en ella eran sus ojos temblando, abiertos hasta estar a punto de caerse de las cuencas, mientras reconocían al joven que se levantaba del suelo, sujetándose el hematoma que florecía en su mejilla.

Pudo reconocer aquel rostro, a pesar de estar hinchado por el golpe, y la sorpresa y la indignación la asaltaron a partes iguales. Aquel desconocido que había intentado poseerla por la fuerza lo había logrado meses antes con menos resistencia. Para ella, había sido un escarceo más, alcohol barato con el que curaba sus heridas de amor ausente. Para él, era un asunto pendiente con su orgullo.

Y Enrique también reconocía al hombre que había golpeado para salvar a la mujer que envenenó su entendimiento. Rubio y atractivo, con un cuerpo atlético que se levantaba del suelo para escupir con la mirada al fotógrafo, el cual lo clasificaba en los recuerdos inamovibles de aquella tarde en la que decidió olvidar a Elena para siempre. Y antes de intentar recordar el nombre del joven, éste se abalanzó sobre Enrique para devolverle el golpe.

Iba directo a la boca, pero el instinto de supervivencia del fotógrafo consiguió frenarlo usando el antebrazo de escudo. Sin embargo, no le sirvió, ya que el chico le golpeó la cabeza con el otro puño. Enrique le quiso responder con otro golpe, y acabaron sujetándose los brazos y empujándose por el pasillo. Se habían olvidado de Elena; sólo importaba derribar al otro, sacarlo de aquel escenario y resguardar la propia integridad física.

Se habían olvidado de Elena, y aquello fue un error para uno de ellos. Marcos, cuyas pupilas sólo captaban un primer plano de Enrique forcejeando, notó algo tan pesado como una pisada de dinosaurio aplastándole el cráneo, y después la imagen de su contrincante se tiñó de escarlata líquida. Cuando su mejilla aún dolorida golpeó el suelo, dejó de pensar.

Enrique la vio de nuevo delante de él. A pesar del desprecio exaltado que centelleaba en sus ojos, a pesar del bate ensangrentado que blandía furiosa con ambas manos, le seguía pareciendo bellísima. Elena dejó caer el arma improvisada al lado de su antiguo amante y después se dejó caer sentada contra el mismo muro que había mirado mientras su alma estuvo a punto de ser apuñalada. Los nervios le habían inutilizado las piernas y apenas podía sostenerse en pie. Las lágrimas sollozadas se escapaban de sus ojos de muñeca, mezclándose con el rímel que, según Enrique, ella no necesitaba. Su apetitosa boca se contraía en una mueca monstruosa y, avergonzada, ocultó su tristeza en las rodillas.

Enrique recuperaba el aliento a medida que la contemplaba una vez más. Se percató de que aquella falda negra y corta le revelaba más piel que la que había podido contemplar en ella desde que la conocía. Apreció sus piernas largas, finas y bien torneadas, y su vecino evaluó que la arquitecta de la genética había hecho un gran trabajo con ella. No obstante, esta vez no la miraba con deseo, sino con una devoción inocente y fascinada, como aquél que contempla una obra de arte. El conocimiento de lo que había estado a punto de sucederle le inspiró compasión y un sentido del deber de consolarla. Así, se hincó de rodillas a su lado y la abrazó con cuidado, como si estuviera hecha de cristal. No quería oprimirla contra el pecho, por miedo a ahogarla o hacerla sentir incómoda.
–Menudo cabrón– gimió ella, apoyando el rostro sobre el hombro de su vecino.
Enrique se sintió anonadado al sentir aquellas manos de terciopelo aferrarse a su chaqueta, aquella boca húmeda y gimiente contra la clavícula, aquellos ojos convirtiéndose en agua justo encima de su hombro. Torpe e hipnotizado, le acarició la espalda nacarada.
–¿Lo conocías?
–Cabrón… Me lié con él una vez y le dejé bien claro que nunca más.
–Ah…
–Gracias por socorrerme… Es un hijo de puta enfermo.
–No… no es nada… no me des las gracias…
–Hijo de puta… Estaba loco… Seguro que me ha estado siguiendo este tiempo, espiándome hasta poder dar conmigo…
–Ya lo sé… Pero ya pasó… Llamemos a la policía… Tú ve al comedor, te haré una tila…
Entonces, Elena se incorporó. No sin antes taladrarle el alma con la mirada.
–A estos psicópatas deberían arrancarles el pescuezo, ¿no crees?
–Tal vez.
Mientras la joven se dirigía al comedor, Enrique advirtió que la puerta seguía abierta. Pero no estaba seguro si alguna vez se volvería a cerrar.


Mun, the Untrustful Doll

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