domingo, agosto 26, 2007

El viajero












El hombre de negro huía por el desierto y una legión de saharianos iba en pos de él, acusándolo de espía y amenazándolo de muerte.

Sin embargo, no era ningún espía. Tan sólo era un hombre que cruzaba el desierto. Sin caballo, sin jeep. Tan sólo con el ímpetu de su espíritu, que otorgaba a su cuerpo la energía de mil guepardos.

Los amplios ropajes sólo permitían ver los ojos del hombre, que lo detalaban como europeo. Eran unos ojos gatunos y profundos, de color marrón verdoso, enmarcados por unas pestañas largas y arqueadas. Molestas para él, porque chocaban con los cristales de sus gafas.

Nadie supo por qué atravesaba el desierto.

Cuando llegó al puerto, nadie supo por qué quería cruzar el océano. Las autoridades intentaron impedírselo, primero con palabras, luego con la fuerza. No obstante, el hombre se zafó de toda resistencia, dejó caer sus ropajes en el muelle y se lanzó al mar.

Al principio, los gritos de terror inundaron el puerto, pero se tornaron en gritos de sorpresa cuando vieron al hombre surcar las olas con la destreza de un tritón.

Los gritos de sorpresa se repitieron en la orilla opuesta, cuando lo vieron cubierto de algas y empapado de agua salada hasta el alma. Intentaron detenerle para interrogarle, pero una vez más, se zafó de todos los obstáculos.

Cruzó la ciudad, ante la estupefacción de todos al comprobar que tenía la misma energía que el primer día de su largo viaje.

Cuando llegó a casa, ella se arrojó a sus brazos, con los ojos rebosando lágrimas, con toda la pasión que había acumulado en todo el tiempo que estuvieron separados.
-¿¿¿Dónde has estado???
-¿Recuerdas cuando te dije que por ti atravesaría desiertos y cruzaría océanos? Pues lo he hecho, por si seguías pensando que soy un exagerado.


Mun, la Duendecilla Cuentacuentos.

Fotografía: A journey to a new life, de Fatallook

viernes, agosto 24, 2007

El hombre del espejo II


Esta es una historia conjunta con La Niña de los Ojos Tristes. A ella le debo la idea y el argumento de este relato, que ella empezó. Así que antes de leer la segunda parte, debéis leer la primera
.


Morir aplastado por un espejo es un accidente ridículo. Y un accidente ridículo se convierte en una anécdota del noticiario. Una anécdota que inspira las bromas más macabras.

Pero cuando ya hay dos casos de personas aplastadas por un espejo, el accidente ridículo deja de serlo y pasa a ser un hecho misterioso. Y los hechos misteriosos pasan a ser trabajo de Jill.

Jill era una agente de policía que se había granjeado su notoriedad en el cuerpo a base de resolver casos paranormales con total éxito. Toda una experta en desmantelar leyendas urbanas y supersticiones. El caso del espejo asesino despertó un creciente temor en los ciudadanos, y Jill consideró que era hora de actuar.

Lady Esmeralda y Steve Chariot. "Dos polos opuestos", pensó la policía mientras sostenía entre las manos los informes de las dos víctimas. Una dama de la nobleza admirada y respetada en su época, y un sastre fracasado cuyo nombre saltó a la fama por primera vez en el día de su muerte.

Lady Esmeralda y Steve Chariot. Dos personas muy diferentes, pero con algo en común, según las investigaciones de Jill: compraron a su verdugo en la misma tienda. Y dicha tienda sería el lugar donde continuaría investigando los accidentes.


A través de la ventana de su taller, el artesano vio a una joven dirigirse a la puerta. Tirabuzones pelirrojos naturales, Ojos castaños almendrados y una figura bien proporcionada. Tal y como él retrataba a su "mujer ideal".

Antes de salir del taller, el artesano se atusó la barba y el cabello, y ensayó su mejor sonrisa.


Mun, the Mysterious Doll

Continuará en Beautiful Anger


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obra está bajo una
licencia de Creative Commons.

Dibujo: Jill Valentine, de RPGSTYLE

martes, agosto 21, 2007

Una sonrisa preciosa

















Érase una vez una princesa.

No era ni bella ni elegante. Pero tenía una sonrisa preciosa.

No porque tuviera unos dientes blancos y perfectos. Ni unos labios pulposos que invitaran al beso, sino porque que era una sonrisa llena de luz.

Se cuenta que fue un regalo de un mago en el día de su nacimiento. Junto con un beso.

Era una sonrisa tan hermosa que infundía el gozo en los corazones afligidos y la bondad en los corazones oscuros de cualquiera que la mirara.

Además, tenía el poder de detener las guerras, sanar las enfermedades y guiar a los viajeros que se perdían en sus travesías.

Un día la princesa fue al bosque a jugar y se encontró con un príncipe.

Era bello y elegante. Pero no tenía sonrisa.

Ante el asombro de la muchacha, él la tomó entre sus brazos y la besó con pasión. Y huyó.

La princesa perdió la sonrisa.

Era extraño, pero por más que lo intentaba, no sabía sonreír. Y volvió a palacio, inundada por una tristeza inexplicable.

El príncipe regresó a su reino. Y todos se quedaron maravillados al ver que sonreía.

Sin embargo, no era una sonrisa preciosa. No porque tuviera unos dientes amarillentos o deformados. O unos labios secos y arrugados que repudiaran al beso, sino porque no tenía luz.

El príncipe intentó infundir el gozo en los corazones afligidos y la bondad en los corazones oscuros. Sólo con la sonrisa que robó a la princesa. Y no lo consiguió.

Intentó detener guerras, sanar enfermedades y guiar a los viajeros que se perdían en la noche. Sólo con la sonrisa que robó a la princesa. Y no lo consiguió.

Decepcionado, fue a visitar al mago del cual decían que había regalado la sonrisa a la princesa el día de su nacimiento.

El príncipe preguntó. El mago rió. El príncipe insistió. El mago aún río más. El príncipe se enojó y amenazó al mago. Y el mago continuó riendo.

El príncipe se fue con más furia de la que vino. Si el mago le concedió la magia a la princesa con un beso, ¿por qué no pudo robarla él con otro beso?

La princesa, por su parte, fue a visitar al mago también. Y al salir, tenía una sonrisa preciosa.

El mago regaló luz a la princesa con un beso. Era un beso de amor.

El príncipe robó luz a la princesa con un beso. Era un beso de avaricia.

Y el príncipe jamás podría entenderlo. Porque nunca tuvo sonrisa.



Mun, the Smiling Doll


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Fotografía: Smile, de Prismes

martes, agosto 14, 2007

Musa


Nada más despertar, se gira y la descubre a su lado. La había estado buscando durante semanas, con la desesperación de quien busca un anillo que, de repente, le ha desaparecido del dedo. No fue fácil localizarla en el caos de su casa, reflejo del orden anárquico de su interior.

La ve a su lado, echada entre las páginas del cuaderno que dejó caer sobre el colchón antes de rendirse al sueño. Le resulta tan pequeña y delicada que no entiende cómo puede soportar el peso de sus grandes alas de mariposa. Y mucho menos, cómo puede levantarlas y volar. Tal vez por eso ella intenta recuperar el aire, sobre el cuaderno de páginas vírgenes. Inhala tales cantidades de aire que él teme que su diminuto cuerpo no las soporte. Su hermoso rostro, petrificado en una mueca grotesca, adquiere la tonalidad del mármol añejo.
-¡Musa! ¿Estás bien?
Su tos extasiada es la única respuesta. Se convulsiona como un pez sacado del agua. Con el índice, él le presiona el pecho a cortos intervalos, en los cuales ella expulsa todo el agua que oprime sus pequeños pulmones. Luego, la toma entre las manos, con la delicadeza que merece ser tratado un ser como ella.
-¿Estás bien? -repite con preocupación desesperada.
-Un poco mejor... Es que he volado mucho, ¿sabes? He estado buscando lugares, personas e historias de las que alimentarme y no he encontrado nada. He estado en otros países, en bibliotecas, cines... sólo para buscar alguna idea que contarte y nada...
-Musa...
-Luego me fui al mar, donde muchos dicen que me encuentran, y quise impregnarme de él, pero sólo conseguí ahogarme...
-Musa... Mi Musa, estás calada...
-Siento haberme ido así, sin decirte nada...
-No pasa nada. Otras veces te has ido a recuperar energías y has vuelto llena de fuerza. No pasa nada, Musa...
-Tengo frío...
-Lo sé, pequeña, ven aquí...
A falta de no poder abrazarla como abrazaría a un amigo humano, la lleva con suavidad al pecho, mientras le acaricia la cabeza y las alas. Entonces nota como, poco a poco, va desapareciendo a través de la camiseta del pijama y del pecho, hasta sentir un peso en el corazón. Una cálida sensación de armonía nace de éste y se extiende por las venas del joven.
-A partir de ahora viviré aquí -anuncia Musa-, ¿me puedo alimentar de tus sentimientos?

Y él acepta llevarla siempre consigo. Entonces, rebosante de ilusión y energía, toma el cuaderno, se sienta ante el escritorio y deja fluir un bello poema a través del bolígrafo. Tal vez, el mejor poema que ha escrito nunca.


Mun, la Duendecilla Cuentacuentos

Dedicado a Klover, que ha estado buscando mi cuento por tierra, mar y aire, y a una persona muy especial, para sus bajones de inspiración.


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Imagen: BlueOne, de Millaa

jueves, agosto 09, 2007

La frase más difícil del mundo












-No sé pronunciarlo. Lo he intentando ya varias veces y no me sale.
-Tú puedes, conoces el idioma bastante bien para poderlo decir.
-No... Se me traban las letras.
-Si no lo intentas, nunca sabrás si puedes.
-Es que...
-Es que qué.
-¡Es muy díficil! ¡Hay que coordinar varios sonidos a la vez!
-Y más cosas, pero puedes hacerlo, no es muy complicado.
-Pero...
-¿Es que no te apetece decirlo?
-Si ganas tengo, de verdad que quiero decirlo; siento lo que dice; es la frase que más veces he querido decir, pero me cuesta...
-Las ganas y el querer decirlo de verdad ya son un buen motor para pronunciarlo como se debe. Ahora sólo te falta el valor.
-T...
-¿Sí?
-Te...
-¡Vamos! ¡Ya casi te sale!
-¡Te quiero!
-¡Muy bien!


Mun, the Doll Who Could Say "I love you"


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Fotografía: Hard to say "I love you", de Endrju100

lunes, agosto 06, 2007

Perséfone entre los muertos














Dime por qué
cuando de ti me alejo
me siento una Perséfone
entre los muertos.

Si a tu lado,
mi Hades,
no existe el Infierno,
al que regreso
con tu ausencia,
mientras que en mi Tierra
todo es invierno.


Mun, Hades's Doll


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Fotografía: Persephone returns, de Abstractsilence