viernes, septiembre 22, 2006

La última respuesta

Mientras veía mi sangre brotar salvajemente por las heridas que ese sádico me había abierto durante toda aquella paliza, esa danza enferma y violenta, sentía que lo que más me dolía no era nada físico... Al igual que otros muchos de mi raza estaba condenado a acabar así en este país, así que toda aquella tortura no me sorprendía, pero no por ello dejaba de herirme. Y es que yo me negaba a acabar así, ya que me considero alguien fuerte, lleno de valor, de orgullo, capaz de poder llegar hasta donde yo quiera, sin que nadie escribiera el guión de mi vida por mí, porque siempre he querido sujetar la pluma yo.

Moribundo, en el suelo, miraba con odio el charco de sangre que se había formado debajo de mí. Todo me temblaba, todo me daba vueltas y yo no recordaba ni cómo me llamaba... Lo único que cruzó mi campo de visión carmesí era él, mirándome con indiferencia infinita, glorificándose de poder matarme, de tener en sus funestas manos el botón que decide el número de segundos en los que mi vida callaría para siempre.

Pero a mí me quedaba aún un pequeño aliento de vida, espoleado por el orgullo que me impedía poner ese fin a mi vida. Y por las almas de mis compañeros, que se evaporaron a manos de criminales como ése. Sólo porque nacimos distintos. Ese fue nuestro crimen.

Pero aunque seamos distintos, también tenemos sentimientos como los suyos. La venganza y el deseo de vivir hierven en nuestra sangre orgullosa, y es lo que nos hace responder a vuestra barbaridad. Y vosotros, hipócritas, decís que los sádicos somos nosotros...

Podéis decir que sólo soy un simple salvaje que se lo merecía, y que mi naturaleza me obliga a reaccionar así y que por eso merezco que me sacrifiquen... Pero yo lo que hice fue un último esfuerzo por conservar mi vida, y hacerle entender en su propio idioma a mi verdugo lo que él estaba haciendo conmigo y con mis semejantes.

Para eso sirvió el poco aliento de vida que tambaleaba por mis venas. Para levantarme tembloroso del suelo y darle al verdadero animal su premio con mi poderosa asta. Justo. En el estómago, perforando su estúpido traje de luces y su carne, tan sensible como la mía. Y por primera vez en toda la tarde la capea entera estalló en gritos de horror.

Mun, the Fighting Doll



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3 recogieron sus pétalos:

Anónimo dijo...

...y se hizo justicia.

Unknown dijo...

Qué bueno y que inexperado. Me ha encantado. Hacia tiempo que no te leia nada. Una muy agradable sorpresa. me gustan tus poesias (aunque ya sabes q no soy muy dada a ese genero) pero tus relatos me encantan.

Un besazo muñequita de luz de luna ;)

Roadmaster dijo...

Es que se merecen que les den por el culo, qué asco me da que desde que estoy fuera no dejo de encontrarme gente que me relaciona con estas torturas porque soy española.