A pesar de que la historia era su asignatura favorita, la casual visión de la foto de ella en su agenda, al apuntar el día del examen, lo distrajo por completo. Se quedó mirándola fascinado durante el cuarto de hora de clase que le quedaba, recitando para sí cada centímetro de su hermosura, y soñaba despierto con la posibilidad de que un día acabarían juntos.
Muy pocos compañeros suyos lo sabían y ninguno lo aprobaba. Durante su amorosa y secreta oración, notaba alguna que otra mirada de escándalo burlón. Al principio le intimidaban un poco, pero con el paso del tiempo aprendió a ignorarlos.
Cientos de veces sus amigos le habían dicho, con seria preocupación, que estaba loco y que lo mejor sería que hablara con la psicóloga del colegio. "¿No ves que es un amor imposible?", le decían algunos. "Ella nunca se fijará en ti", le decían otros. "Ya se te pasará", le auguraban otros, esperanzados.
Pero Pablo hacía oídos sordos. Su amor era más fuerte que cualquier barrera física o lógica y, cuando no la soñaba, buscaba la forma de cumplir su sueño. Dejó su cabello, alzaíno y lacio, crecer a capa, con el flequillo ocultándole los ojos como si de un velo se tratase y vestía blusas blancas y pantalones oscuros de pinza, ya que sabía que a ella le gustaban los hombres así.
Aprendió el idioma de su amada como un autodidacta; nunca fue a una academia porque sabía muy bien que sus padres no se la pagarían. Devoró decenas de libros de gramática, cintas de autoaprendizaje, juegos de todo tipo, lectura de novelas, relatos e incluso poesía; todo para poder conversar con ella algún día, frente a frente y sin barreras de comunicación.
Y sí, todas las tormentas sacudían su viaje hacia la felicidad. Su amada vivía en un país lejano, era diez años mayor que él y su corazón pertenecía a otro hombre. Pablo había intentado olvidarla, fijarse en otras chicas más accesibles, pero no encontraba a ninguna que fuera ni la mitad de hermosa, ni la mitad de sabia, ni la mitad de mágica. Nunca se habían cruzado una palabra, pero él podía recitar de memoria todos los días de su vida. Su adoración le hizo empapelar las paredes de su cuarto con fotos y dibujos de ella, además de coleccionar la vida de ella en un caja de zapatos con la que dormía cada noche, besándola y acariciándola.
Todos esos fetiches le servían de consuelo durante la semana, hasta el día anhelado: el viernes. Nada más sonar el timbre a las 5, Pablo salía escopeteado del colegio para encontrarse con ella en el lugar donde sabía que siempre la vería. Por el camino, su corazón iba batiendo las alas con más y más vigor, pensando en que vería de nuevo esos grises ojos hipnóticos sobre el rostro de nieve, cuyo color de distinguía de la sonrisa por aquellos tiernos labios perfilados en carmín. Mientras aceleraba la carrera, Pablo se preguntaba qué secretos le guardaría y le revelaría esta vez, qué historias de dragones y samurais vivirá. Sólo el kioskero le comprendía al ver al muchacho coger el cómic con las manos temblorosas, y se enternecía de verlo estallar de alegría y besar en la portada a su princesa de papel.
Mun, the Doll
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DÍAS INVISIBLES
Hace 6 horas
2 recogieron sus pétalos:
jo, qué bello, la carne de gallina. ¿quien no ha sentido algo así? a mi me pasó, quizá mi pasión no fue tanta, y yo era más joven, pero también lo experimenté.
como siempre, impecable.
"gracies per lo de noi".
experiéncias vividas, disfruta de la vida.
salut Joan
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