jueves, noviembre 15, 2007

El trabajo (II)


Mientras me arrebujaba entre las sábanas, se me ocurrió que tal vez podría pasarme el Día del Equilibrio en la cama. Una manera muy fácil de evitar a Eva. Aunque ella se encargó de romperme cualquier plan desde la primera hora de la mañana.

Aquella noche no me costó dormir, pues había tenido una semana muy dura. Y si bien esperaba un buen despertar, como resultado de una noche de sueño satisfactoria, fue más bien todo lo contrario. Ciertos detalles inusuales me fueron devolviendo poco a poco a la conciencia: primero un ligero peso al otro lado de mi cama, después una suave respiración al borde de mi oreja, y por último, una mano gélida acariciándome el rostro.

Y con la lucidez, llegó el susto.

Seguramente creeréis que los demonios tienen un tacto que quema, porque viven entre llamas y todo eso. Pues todo lo contrario. Tocar a un demonio es como tumbarse desnudo en una plancha de hielo. No creáis a la ciencia; el calor de un ser vivo procede del corazón, órgano del que carecen los demonios.

Tras saltar de la cama con un ridículo grito, rememoré los hechos del día anterior. Eva, que ya no llevaba puesto mi pijama, me miraba desde la cama con su mirada hueca.
–¿No te apetece hacerlo? –su voz sonaba seductora, en desacuerdo con su expresión.
–¿Hacer qué?
–Qué soso eres. Cuando me he metido desnuda en la cama de otros humanos, no se lo han pensado dos veces.
Yo ya lo sabía. El sexo era su arma. Eva se acostaba con todas sus víctimas y, cuando éstas se encontraban a su merced, les devoraba el alma. También lo hacía con cazadores de demonios, para que éstos se encariñaran con ella y no se atrevieran a matarla. Y ahora pretendía lo mismo conmigo.

Muchos me seguiríais diciendo de todo por no aprovechar la oportunidad a mi favor; tirármela y matarla. Pero yo no me fiaba de aquel monstruo y, como ya he dicho antes, detesto a los demonios. Sin embargo, debo confesaros que me costaba apartar la vista de aquel cuerpo que brillaba como una luna en la penumbra de mi cuarto.
–Qué pena, Abel. Con lo guapo que eres.
–Lo siento, Eva, pero yo no soy como los demás.
–¿Eres gay?
–No. Sencillamente me gustan las mujeres, no los demonios. Y recuerda qué día es hoy.
Sin darle opción a responderme, me fui a darme una ducha. Lo necesitaba. No sólo por lo que pensáis, sino porque para mí no hay nada como el agua caliente para despejarme del todo. Bajo aquel chorro reparador, me mordía los labios pensando en qué iba a hacer. El plan de dejarla en mi casa mientras yo me dedicaba a mis tareas quedaba anulado. Eva iba a estar persiguiéndome todo el día hasta conseguir su objetivo, y yo no quería situaciones incómodas. También podría haberme ido por ahí y dejarla a ella en casa, pero no me fiaba, por muy Día del Equilibrio que fuese.

Mientras me preparaba el desayuno, ella apareció en la cocina y se sentó a la mesa. Vestida, de nuevo, con mi pijama. Pero esta vez llevaba el que yo me había puesto aquella noche.
–Te he dejado el otro doblado en el armario. Éste me gusta más, porque huele más a ti.
La ignoré.
–¿Estás preparando café? Nunca lo he probado. Sé que es la droga que tomáis los humanos para estar activos. Nosotros no necesitamos esas cosas para estar al 100% de energía.
Yo me limité a servírmelo en mi taza y a sacar una bolsa de cruasanes del armario.
–Oye, ¿por qué no me preparas uno? Nunca lo he probado, pero tiene muy buena pinta.
Dejé la cafetera sobre la mesa y saqué un cartón de leche de la nevera. Ella cogió una taza del armario y se sirvió un café para ella. Yo estaba seguro de haber preparado café para mí solo, pero en la cafetera había para dos. Después de echarme la leche y el azúcar, no me molestó que ella hiciera lo mismo y que se sirviera unos pocos cruasanes. Si iba a tener que pasar el día con ella, debía aprender a soportarla.

Durante el desayuno, me esforzaba por fingir que aquel demonio era un objeto más de la casa. Pero sucedió algo que me lo impidió. Cuando Eva dio el primer sorbo a la taza, sus ojos rasgados se abrieron como alas de mariposa y un cálido destello los cruzó. Cuando dejó la taza en la mesa, su pequeña boca estaba arqueada en una leve mueca de sorpresa.
–Está… delicioso…
Lo siento, pero aquello me pareció tan curioso, que no pude evitar sonreír.
–Claro, mujer, ¿qué esperabas? Prueba los cruasanes también.
Mientras devoraba las pastas con ganas, olvidé que era Eva. Ante mí parecía tener a una niña pequeña que descubre el encanto de los dulces. Entonces mi cabeza empezó a despegar. Me pregunté si otros demonios que probaran el café con leche y los crusanes reaccionarían así. Y si así fuera, ¿podrían unos pocos dulces redimir sus almas perdidas?

Cuando Eva terminó de desayunar, sus ojos escarlata volvieron a su habitual opacidad, y su boca, a una línea recta inexpresiva. Entonces recordé que era un demonio. Y me acabé el desayuno desganado.
–¿Qué vamos a hacer ahora?
La misma pregunta me la había estado formulando yo durante todo el desayuno. Consciente e inconscientemente. Y ahora, la respuesta era urgente. Entonces recordé el tierno brillo que había visto minutos antes en aquellos ojos de sangre, y aquella mueca de sorpresa en esa boca infantil. Y pensé en volver a presenciar ese fenómeno.


Mun, the Demon Doll

Continuará...

Dibujo: Eve, de SiSero

10 recogieron sus pétalos:

Anónimo dijo...

Genial!. :)

El final me provocó una cierta sonrisa... Quizás, como la de Eva.

Un beso Doll.

Klover dijo...

Ya lo has conseguido. Ya me tienes a tu merced (no pensemos mal, ¿eh? jajaja) Me has enganchado.

¿Qué hara Abel para volver a ver el brillo del desayuno?

No sé porque me da que éste no tardará mucho en caer en las redes de Eva...

Cuídate Mun, y no tardes mucho en continuar :)

¡Un abrazo!

Polux dijo...

...

todavia falta...

espero...

...

saludos!

Pugliesino dijo...

El destino parece haber llenado aquella cafetera de algo más que de café. Fantástica narración. La delicadeza con que describes la escena, como nos transmites casi sin que él se de cuenta lo que sucede a su alrededor y que no acierta a percibir. El momento en que ella está desayunando, el silencio que nos describes del instante en que él la observa es genial. Y la emoción persiste en la historia, nos atrapa aguardando su desenlace.
Algo sucedió, algo no escrito pero mágico.
Bellísimo relato. Un abrazo!

Anónimo dijo...

Me gusta, me gusta *-* Quiero seguir leyendo, me encantan Abel y Eva, y siento mucha curiosidad por ver qué has planeado para el final de esa historia. Espero la continuación con ansias x3

TORO SALVAJE dijo...

La que le espera a la pobre de Eva....., no ha tenido bastante con el desayuno, no. Ahora empieza el festival....

Espero.

Besos.

Pedro dijo...

Precioso, simplemente precioso. Me ha encantado toda la escena, como la narras, como consigues que pequeños de talles (que son lo que realamente importa) sean el centro d ela historia sin dejar de ser anecdotas; y como evoluciona el pensamiento del protagonista, como le influencia el entorno. No son personajes huecos, ni mucho menos.

Muy bueno Mun.

Un abrazo,

Pedro.

Anónimo dijo...

Genial, me encanta la descripción de los personajes. Y he de reconocer que me ha sorprendido tu imagen de demonio. He podido ver el destello en sus ojos, como si la vida volviera a fluir a través de su infantil cuerpo.

Por otra parte, toda la descripción da la sensación de que la historia avanza un poco menos en esta entrega.

Mientras quiera seguir sabiendo como continúa, me encantará ;)

Un besazo, preciosa!

tormenta dijo...

:D
me sigue encantando!!
y no se rompe el ritmo a pesar de los capítulos...
sigo diciendo que es de lo mejor que te he leído, y eso es muy significativo , créeme ^^

Unknown dijo...

...si ej que lo que no consiga un buen café...

Yo también soy cafeadicta ;-)

Besos.