domingo, octubre 01, 2006

Dafne o los pensamientos dios enamorado


¡Y yo que me reía del amor y ahora soy yo quien se encuentra atrapado en sus redes! ¡Si hace un momento me había reído de Eros y de su poder! Pero al ver a esta chica he sentido un flechazo en el corazón, dulce y doloroso a la vez, que nunca había sentido antes. Es increíble, no la conozco y en cuestión de segundos su inmensa belleza ha despertado en mí sensaciones que nunca había experimentado... Me acercaré y hablaré con ella, tal vez en su corazón también nazca este sentimiento que me está quemando por dentro y que me empuja hacia ella.

Se ha levantado, ya que ha notado mi presencia. Ahora la puedo observar mejor y descubro que es tan bella como había imaginado. No es una chica mortal, no; es una ninfa nacida del agua, de las que acompañan a mi hermana Ártemis en su corte. Contemplo, maravillado, su belleza atentamente. Me veo cautivado por la pureza y el esplendor de su rostro y por su graciosa figura que se insinúa bajo su túnica de seda. Sus rubios cabellos caen sobre sus hombros como la cortina de Eos sobre el cielo, y sus inmensos ojos azules, que me miran atemorizados, parecen haber atrapado toda la luz del cielo estival. Tiembla. Tiembla como la oveja que se ve acorralada ante el salvaje lobo. Mas yo no quiero asustarla, sino amarla. Se debe de creer que soy un molesto sátiro ebrio, o un basto leñador cegado por sus propios deseos libidinosos, pero mis intenciones son más puras. Yo sólo quiero estar con ella, que me ame como yo la amo, sentir la felicidad a su lado. La miro amigablemente y me acerco para decirle que no me tenga miedo, que no le haré daño. Pero ella no quiere escucharme. Presa del pánico, inicia, con la agilidad de una cierva joven, una carrera para huir de mí y de mi amor. Yo también corro, movido por mi amor, tan rápido como me permite mi fuerza divina.

¿Adónde vas, bella ninfa? ¿Por qué huyes de mí así? ¡Si no te haré daño! No soy ningún sátiro ni ningún hombre malvado que busca de ti tu cuerpo; soy Apolo, el dios de la música, del arte y de la belleza. ¡Es a mí a quien has enamorado! Soy hermano de tu señora, ¿qué mal querría yo para ti? Detente, ninfa, y escucha mis quejas amorosas, escucha como mi corazón virgen se derrite de amor por ti. No corras más, ninfa, que las crueles zarzas desgarran tu túnica y hieren tus piernas, esbeltas como las columnas de un templo; y cada herida que te haces me golpea el alma, dolida de amor por ti. No me rechaces, hermosa ninfa, ven a mis brazos, deseosos de ahogarte en ellos para confundir tu alma y la mía en una sola...

La he perdido. Ha desaparecido entre altas y hermosas hayas sin dejar rastro, salvo su mágico aroma a jazmines blancos... Incluso sus gritos de terror suenan agradables en mis oídos. Su belleza no mengua ni cuando se asusta. La amo, la amo, la amo... Y no dejaré de buscarla mientras esté enamorado de ella. ¡Ah, por fin! Ya la he visto. Está arrodillada delante de un río, chillando y llorando desesperadamente. Corro para atraparla, pero he llegado tarde.

¿Qué es esto? ¿Qué le pasa? Sus cabellos se convierten en hojas, verdes y tiernas, y una dura corteza envuelve su fabulosa figura, al mismo tiempo que sus pies se hunden en el suelo. Ahora ya no está; en su lugar sólo hay un árbol, un laurel que sólo conserva de ella su magnífico esplendor... Lo estrecho contra mis brazos y derramo sobre su corteza mis lágrimas desesperadas y los besos que no le pude dar cuando ella aún era una ninfa... Está viva, aún siento su respiración nerviosa y los fuertes latidos de su corazón, el corazón que no me quiso entregar. Y seguramente ella me siente a mí también, a pesar de que no puede hablar ni moverse, y mucho menos huir. El viento que vibra en sus ramas recuerda los gritos de terror que ella profería cuando huía de mí... Ni tan sólo sé su nombre, el nombre que necesito para tatuarlo en mi memoria para siempre.

Laurel, que seas tú el más sagrado de los árboles, porque has sido amado por mí, el divino Apolo, y recibe tú también mi juventud y mi inmortalidad: tus hojas nunca caerán, tu tronco se mantendrá erguido y robusto y siempre tendrás esta belleza deslumbrante; ningún hacha te cortará, del mismo modo que ningún arma me puede herir. Sé el dios de los árboles. Y, ya que no has podido ser mi mujer, serás mi fiel compañero: trenzaré con tus cabellos una corona que adornará mi cabeza, así como también adornarán mi túnica, mi lira y mi carcaj. Siempre te llevaré conmigo y siempre recordaré cuánto te amé y te sigo amando.

¡Ah, Eros! ¡No estabas equivocado cuando decías que tus flechas hacían mucho más daño que las mías! Cuando yo disparo, hiero el cuerpo de los humanos, pero cuando tú disparas hieres el corazón y el alma, que duelen mucho más, porque no hay mal peor que estar enamorado de alguien que te desprecia. ¡Qué daño me has hecho a mí, que desconfiaba de tus poderes! Pero me has hecho conocer un sentimiento maravilloso, el más noble que ningún dios o mortal pueda experimentar, y por eso te estoy tan agradecido. Has hecho de mí un ser nuevo, capaz de comprender cosas más bellas e importantes que la fuerza o el poder divino. Gracias, Eros, por derretir el caparazón de hielo que cubría mi corazón y por encender en éste la llama del amor. Ahora me siento más vivo y feliz, porque he sido capaz de dar mi alma por una persona, a pesar de que ella me rechazase. ¡Ah, dichoso aquel que ama y es correspondido! Y también aquel que lucha por la persona amada, aunque no obtiene nada, porque no espera nada a cambio... ¡Qué aflicción más dulce, la que provoca el amor! ¡Ah, Eros, si los humanos conocieran este sentimiento, bello y doloroso a la vez! Hiere con esta misma flecha a tantos otros mortales, que sufran la misma tortura amorosa que yo he sufrido, y que sus corazones tiemblen con esta rosa espinada.

Mun, the Heartbroken Doll

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

3 recogieron sus pétalos:

tormenta dijo...

bellísima revisión del mito... me sorprendes duendecilla!

Roadmaster dijo...

Jolín, empezamos a solaparnos. Yo también escribo monólogos de dioses y héroes. No tengo el de Apolo precisamente, pero empiezo a temer lo peor...
El momento de laurear la belleza del laurel (valga la redundancia) es muy Campaña... si pensamos en tu nombre ;-P
Muaks!

Anónimo dijo...

Precioso... como un mito comtado por los mismos dioses.
"Porque no hay mal peor que estar enamorado de alguien que te desprecia" Si fuese sólo con estar enamorado...

Besitos y buenas noches!!!

P.D:¿Sabes? Existireon los camellos...GIGANTES :D:D:D